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Campeón a lo grande


EL MADRID CUMPLE EN MÁLAGA Y CELEBRA UNA LIGA CINCO AÑOS DESPUÉS


La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. El Madrid lanzó en Málaga la piedrita a la casilla final, hizo equilibrios para llegar hasta ella y se agachó al suelo para recoger la Liga. Una Liga que ha tardado un lustro. Tardado y durado. Han pasado tantas cosas desde aquel lejano mes de agosto que el campeonato ha parecido más largo de lo habitual. Tantas cosas que ha hecho bien Zidane, tantas cosas que ha hecho bien el equipo, tanto fútbol y tanto gol que no hay quien ponga un pero al triunfo madridista, el que ha no necesita ir a la consulta del doctor pero ya dice treinta y tres.

El plan de ataque del Real Madrid suele ser el avasallamiento. Intentar hacer pasar un tanque por el colador. Para olvidar esa pizarra el último día, para no entregar también en Málaga el trabajo sobre el límite del plazo de entrega, como acostumbra, necesitaba un alquimista. Y al primer soplo de aire de La Rosaleda, tan familiar, apareció Isco para, con un pase, transformar a Cristiano en un ser incorpóreo que se filtró entre la defensa y se plantó ante Kameni para regatearle y marcar.

Dos minutos de partido y el Madrid sumergido en un tanque de aislamiento sensorial. Sin estímulos del exterior, centrado en su partido, su hoja de examen, como el estudiante que ha hecho los deberes y no levanta la vista del papel hasta que ha rellenado todas las preguntas correctamente. Pero no, el Madrid no es ese muchacho modélico. Confundió enfriar el partido con dormirlo. Y sesteó. Otra vez.

Se asomó a la ventana y se balanceó como tantas veces durante el año, tantas que pareció que su destino sin lugar a dudas hubiera sido inclinarse apenas hacia afuera y dejarse ir, paf se acabó. Pero en plena caída al suelo al Madrid siempre le salva, le mece y le deja a salvo en el suelo una mano divina, como pintada por Miguel Ángel.

En La Rosaleda la mano, en la escuadra para evitar el gol de Sandro, fue de un Keylor Navas al que nadie podrá afear que se ha jugado las costillas hasta el último día por el Real Madrid. Salvó ese tiro y todo lo que chutó el Málaga, un equipo que apretó pese a las habladurías, que quiso ganar el partido sin importar si la Liga la ganaba el Madrid, el Barcelona o El Palo. La tuvo Sandro y la tuvo Keko, dos sustos antes del descanso para reactivar la sangre blanca, la que notaba en el cuello bajo el sudor frío.

Pero este Madrid ha hecho suyo el "Siempre que me confieso me doy la absolución" y tardó diez minutos en amarrar la Liga, con un gol tras un par de rebotes, un gol que nace en un córner, un gol que empujó a la red Benzema. Un gol que valió un título y que define a la perfección lo que ha sido este Real Madrid. Con garra. con flor, con todo lo que se quiera. Un gol de un equipo que quería ser campeón, un balón que tenía que entrar en la red fuese como fuese, un trofeo que tenía que acabar en las vitrinas del Bernabéu fuese como fuese.

El Madrid quería tanto esta Liga que no se descarta que Zidane ponga un candado con un escudo del club y un 33 en el Pont des Arts. Los piropos y las declaraciones de amor en La Castellana se las suele llevar la Champions. Pero de vez en cuando, sobre todo cuando la ha perdido tanto tiempo que la añora, cuando recuerda su brillo y vuelve a rozar sus asas, el madridismo recuerda que la Liga es tan bonita como la que más.

Fuente: Marca

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